Tuesday, December 5, 2017

7 cosas que le pasan a un Tijuanense cuando va a una carne asada en la CDMX

Este es un artículo adaptado de Marcela Villanueva

 

 

Para verdaderas carnes asadas sólo en el norte y eso nos queda claro a todos los tijuanenses… especialmente cuando comparamos nuestra bien establecida forma de convivencia con lo que constituye una “carnita asada” en el centro y sur del país. Esta es una lista de curiosidades sobre lo que implica una carne asada fuera de los soberanos, hermosos y gloriosos territorios del norte de México.

 

 

1. ¿Por qué nadie mete las cheves al refrigerador?

Una de las primeras diferencias que salen a relucir es que la gente llega a la carne asada y no corre directamente al refrigerador o la hielera para mantener heladas las cervezas. ¡Algunos incluso dejan el cartón con todas las botellas a un lado de la mesa para ir tomándolas de ahí! No es que en CDMX favorezcan la cerveza tibia, es que éstas no se calientan a velocidades sorprendentes como en el norte. El clima de la Ciudad de México permite ciertos lujos y uno es que puedes tomarte la cheve a tu ritmo, sin tener que echar carreras con el termómetro.

 

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2. No entiendes para qué ponen la mesa

En el norte, por lo general, se come conforme la carne va saliendo del asador y el que está más al pendiente alcanza los mejores cortes. En la hermana república de la Ciudad de México, la cosa es distinta. La carne va saliendo y se va guardando en ollas, se ponen platos y cubiertos para todos, para después sentarse y comer todos al mismo tiempo.

 

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3. No sabes qué hacer con los cubiertos

En el norte somos atrevidos y es bien sabido que al comer carne, entre más salvaje, se disfruta mejor. Los cubiertos rara vez aparecen en nuestras carnes asadas, donde entrarle directamente con las manos es la norma.

 

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4. No le mides bien a las porciones

Entre los norteños hay una leyenda urbana en la que se rumora que existe carne para asar de menos de una pulgada de grosor. Obviamente, nadie se la cree. Pues basta con llegar a un asado en la Ciudad de México para comprobarlo. Los cortes que normalmente tiran al asador no son piezas colosales de proteína pura, más bien son pedacitos muy delgados y, por lo general, el término medio no es el favorito.

 

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5. Te confundes un poco con los nombres

Aunque el sentido no se pierde, sí se siente extraño que te inviten a una “parrillada” o un “asado”. ¡Queremos escuchar la letanía completa! Carne asada. ¡CARNE! No dejen el ingrediente principal fuera de la jugada, amigos capitalinos. Si nos invitan a un “asado”, podríamos confundirnos, creer que será un asado de cualquier otra cosa y probablemente ya no ir. Vamos a ponernos serios, específicos y a llamar las cosas por su nombre, ¡por favor!

 

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6. Empiezas a notar que estos eventos son más esporádicos de lo deseado

En el norte no tiene que haber un motivo específico para prender el asador. ¿Cumplió años la tía Juanita? Prendemos el asador. ¿Se graduó la niña del kínder? Prendemos el asador. ¿Regresaron los amigos de vacaciones? Prendemos el asador. ¿Juan Carlos tiene una nueva novia? Prendemos el asador. ¿Dianita aprobó el examen? Prendemos el asador. ¿Dianita reprobó el examen? Prendemos el asador ¿Es martes? Prendemos el asador… Y así se van los días por allá. Es una lástima que por estos rumbos la gente necesita de motivos especiales para armar una buena carne asada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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